10 de la mañana de un bonito día de noviembre en Nueva York. Paseaba por la colección permanente del museo Guggenheim sin prestarle demasiada atención, la verdad, ya que iba hablando con un amigo y con prisas por que teníamos clase a la una.
Allí todos lo museos tienen a Warhol, Pollock, Picassos, ... parecen que los regalan con el café o algo, es impresionante.
Mucha gente y algo de alboroto, cosa que me molesta especialmente a la hora de ver un museo. Pero de repente algo pasó, me paré a observar un cuadro de Van Gogh (no el que sale en la foto) y antes de decidir si me gustaba o no e incluso de ser consciente de lo que estaba viendo un escalofrío recorrio todo mi cuerpo y al instante toda mi piel se pudo de gallina y casi me dieron ganas de llorar, en un segundo todo eso... jamas había sentido nada parecido con un cuadro, nisiquiera es que sea mi artista favorito. No sé explicar exactamente lo que me pasó ni porqué pero allí me quedé un rato sin poder dejar de mirarlo, adentrandome en esa noche que tanto me emocionó sin yo esperarlo.
Lo que más me impresiona es que había muchos otros cuadros que tenía muchas más ganas de ver (tengo una foto con "las señoritas de Avignon"!!!!!!) y ninguno me hizo sentir nada parecido.
¿por qué?
